Comúnmente se dice que nuestro cuerpo es un reflejo de toda nuestra historia personal; la Dra. Candace Pert, en su libro Moléculas de Emoción, ya explicó como realmente es así: nuestros receptores celulares acogen unos transmisores químicos, los neuropéptidos, que se generan con las emociones…y ahí se quedan, si no son bien digeridas por la mente consciente. Y es que no hay mucha diferencia entre digerir emociones o comida. Estas emociones mal digeridas nos acompañan, en el cuerpo-mente, en el inconsciente, y marcan nuestras decisiones. El pasado pasa a dirigir nuestra vida, ya que el peso del inconsciente en las decisiones es enorme.
Liberarnos de esta mochila física-emocional es imprescindible para dejar espacio a un futuro diferente y fluir con la vida. Pero, ¿cómo?
Existe un trabajo liberador fascinante. Cuando trabajamos yoga desde la relajación profunda, nuestro cuerpo medita, esto es, conectamos todo nuestro ser, consciente e inconsciente, ondas rápidas beta –vigilia- y lentas alfa –relajación profunda-. En este estado, las posturas físicas, asanas, nos conectan con espacios donde las memorias están almacenadas, y se liberan. Puede sucede de un modo sencillo, casi imperceptible –un cambio de humor después de la práctica (ira que se libera, tristeza…) o con una sensación física –una tensión, un pinchazo de dolor- y emocional durante la misma práctica, que conviene atender de forma atenta, acogerla compasivamente y dejarla ir cuando se quiera marchar.
Este es un trabajo terapéutico que poco a poco va liberando el cuerpo de las memorias atascadas en forma de tensiones. Cuando entendemos esta conexión cuerpo-mente, nos damos cuenta que es mucho más que flexibilidad física lo que vamos ganando. Vamos liberando el cuerpo-mente a nivel profundo, dejando atrás el pasado y abriéndonos al futuro.
Estamos así ya preparados para acoger todo lo nuevo –incluidas nuevas emociones contractivas- con ecuanimidad. Pero esto ya es otro tema que trabajaremos desde el Mindfulness de las emociones.